martes, 29 de marzo de 2016

Open letter a un ex socio

 Le comento públicamente a una amiga que estoy mirando un documental sobre los mitos de la Biblia, exactamente estaba viendo un documental sobre los mitos del éxodo de los hebreos, e inmediatamente un buen amigo de hace mucho tiempo, me escribe por privado: “como siempre alimentando tu odio contra la iglesia”, le contesto con esa capacidad de respuesta rápida que me enseñó mi madre: “como siempre alimentando mi conocimiento”. Y a partir de entonces se inició un intercambio de mensajes que fueron subiendo de tono hasta terminar con un mensaje de puros insultos de parte de mi amigo y su desaparición total. Sospecho que me canceló por el cibersolar, pero como yo sé que de vez en cuando lee mi blog, pues le contesto por acá ese último mensaje que el chat no me dejó enviarle, ahora que es muy usual que se escriban “open letter”.
Mi buen y querido amigo, tienes razón, enseguida me pongo mi traje blindado de guerrera y salgo a cercenar criterios, a diferencia de los cristianos de la Edad Media que cercenaban cabezas de “infieles”, pero lo que no dices es que cerceno criterios insostenibles sin argumentos inteligentes. No condeno ninguna creencia o religión, de hecho algunos que han podido conversar de estos temas conmigo, saben que defiendo vehementemente a los judíos y los musulmanes, sobre todo cuando enarbolan las ideas de que los judíos son la gran conspiración detrás del poder para dominar el mundo o que terrorismo = Islam. Quizás no defiendo con la misma vehemencia a los católicos-cristianos, y será porque ellos no necesitan defensa porque durante años se han aprovechado de todo el dinero ajeno que se mal-apropiaron, para promover una campaña condenatoria contra cualquier religión o creencia que no comulgue con ellos y esa campaña es tan efectiva, que una inmensa mayoría tiene una opinión distorsionada e irreal de los judíos, musulmanes, ateos y paganos, para no afirmarte que totalmente ignorante. Fíjate que hasta logran que ni siquiera las acusaciones de pedofilia y acoso sexual contra muchos curas pederastas, despeine a la Iglesia Católica en la fotografía de religión de amor y paz que promueven para captar adeptos, y logran también, que un acto tan sencillo y habitual como la selección de un nuevo líder católico mundial, arrastre la atención de millones de espectadores de diverso credo e ideología, a diferencia de cualquier otra religión o creencia. Siempre digo que los católicos son el mejor ejemplo de relaciones públicas en el acuaworld. Un hecho que no sería real actualmente, si durante la Edad Media hubieran existido las redes sociales y la Internet, seguro que hoy muchos condenarían a los católicos de la misma manera que condenan a los judíos cuando Israel mete un ataque armado o a los musulmanes cada vez que hay un acto terrorista. Nada, que el Vaticano debiera dar conferencias internacionales de relaciones públicas y mercadotecnia, seguro que ganarían más que pasando el cepillo en las catedrales.
Te cuento que me considero bastante tolerante en materias de ideologías y creencias, pero esa tolerancia se me acaba con fanáticos y proselitistas como tú que ni siquiera te dan la oportunidad de un debate inteligente,  y enseguida que se les acaban los argumentos, empiezan a recitar versículos y pasajes de la Biblia como si fueran Los Zapaticos de Rosa; o enarbolan los dogmas de fe, esos inventos de la iglesia para que no los cuestionen, como si fuera la verdad verdadera universal, sin detenerse a filosofar alrededor del tema. Pero sobre todo la tolerancia se me acaba con personas como tú que deciden convertirse un buen día, en tu caso lo hiciste por amor a tu esposa cristiana, lo entiendo, y de pronto son más cristianos que Jesús y se sienten en el derecho de condenar a cualquiera que piense o crea diferente, o que simplemente no encaje en ese absurdo modelo socio-ideológico que se inventaron un buen día hace un tiempo atrás, dos o tres curas que se pasaron con la “sangre de Cristo” durante la misa. Ese modelo socio-ideológico que excluye homosexuales, mujeres que se hicieron abortos, madres solteras,  y una larga lista de “pecadores” que habitamos esta Torre de Babel que es el acuaworld y que no encajamos en el sistema de perfección cristiano que intentan los fundamentalistas meternos por la cabeza. Cristianos como tú que ahora de pronto se convierten por conveniencia social, algo muy de moda en este país y en este pueblo, donde ser cristiano o católico es bien visto en los círculos de poder y dinero.
Es una lástima que hayas desaparecido virtualmente tras nuestro intercambio y es una lástima también, que tu nueva creencia te lleve a involucionar, por lo menos antes eras más divertido cuando escribías aquellos poemas ardientes con citas enredadas de autores desconocidos y malas palabras, discutías de libertades y perseguías semanas de cine raro como les decías, por toda Labana. Antes eras más gracioso cuando hacías brujerías con aquel padrino tuyo cerca del parque Trillo, y podíamos hablar metatrancas filosóficas con dos rones en un toque de tambor o en las peñas de trovadores underground, y hasta intercambiábamos detalles calientes de nuestras últimas aventuras sexuales. Antes, cuando el fanatismo no te cegaba podías hablar coherentemente y con lucidez de cualquier tema sin sacar la Cruz y reprenderme en nombre de algo o alguien, y no eras un monotemático aburrido como ahora persiguiendo infieles por el cibersolar como una Santa Cruzada. Pero en fin, cada cual escoge su camino y solo espero que logres redimir todos tus pecados hasta el punto que Dios te pueda acoger algún día en su gloria, porque mientras más años cumplo, más selectiva me pongo con quienes compartiré mis cervezas y mis carnitas a la parrilla en mi círculo del Infierno, donde no cabe dudas que entraré por la puerta VIP.

Mientras tanto, sigo aquí, donde mismo, con mis amigos locos de siempre que por no dejar de creer, creen en ellos mismos y en el milagro de la vida, y creen hasta en la Virgen del Camino. Y para despedirme, te dejo la foto de un pedacito de unas de mis nalgas, para que veas que todo está unido por lo mismo… y no hablo de la creencia y el culo, porque ahora me doy cuenta, que quizás malinterpretes la foto y pongas la imagen de la cruz contra mi nalga para seguirme reprendiendo en nombre de algo o alguien, y no entiendas el significado del símbolo que te enseño. Pero bueno, ya dije que antes eras más divertido e inteligente, antes de consumir tanto opio cristiano... digo yo.

¿Violencia?... de control

La violencia se manifiesta de muchas maneras, y no se circunscribe solo a la violencia física o verbal. Hay tipos de violencia que forman parte de nuestro comportamiento habitual y que damos por hecho que no son dañinas o que no es violencia, y por tanto, asumimos que son comportamientos correctos. Porque además, son comportamientos aprendidos de nuestros padres, y estos a su vez lo aprendieron de los suyos, y así durante generaciones. 
Una de las violencias más comunes, e inadvertidas, es la violencia de control, muy común en nuestras sociedades latinas, donde el machismo es un comportamiento enseñado por nuestros padres, como el comportamiento socialmente aceptado bajo patrones morales impuestos por la Iglesia, desde la época que actuaba como el primer estado y regía todos los ámbitos sociales y políticos.
La violencia de control comienza con los padres, y casi siempre, las víctimas son las hembras, las niñas, que aprenden a ser “controladas” y al crecer, repiten el patrón de “controladas” con sus parejas. Igualmente, los varones aprenden a controlar, o ser los “controladores”, y de adultos se convierten en hombres violentos que pueden empezar controlando a sus parejas hasta terminar maltratándolas físicas, verbal y psicológicamente. 
Según los estudios actuales, existen tres tipos de padres que ejercen la crianza y enseñanza de sus hijos, a través de tres estilos educativos diferentes: padres autoritarios, permisivos y democráticos. Los más dañinos son los padres autoritarios y permisivos, pero en mi opinión, los que más daño han hecho y hacen, son los padres autoritarios.


Un padre autoritario se caracteriza por el excesivo control sobre su hijo o hijos, mediante la afirmación del poder, o el clásico: “se hace así porque lo digo yo”. Generalmente la comunicación entre este tipo de padre y su(s) hijo(s) es muy pobre o nula, porque son padres que no saben cómo hablar, comunicarse o mantener un diálogo donde escuchen las ideas y sentimientos de sus hijos, que en la mayoría de los casos, ni siquiera cuentan para ellos. Esto provoca que los hijos no cuenten nada, o cuenten lo menos posible, o incluso, mientan y oculten información importante por miedo a las represalias o la reacción de sus padres. Algunos de estos padres son pocos afectuosos con sus hijos, porque entienden que las excesivas expresiones de afecto son signos de debilidad, o porque creen que el afecto “ablandará” la educación rígida que enseñan. Son padres además, que ejercen tanto control sobre sus hijos que el control actúa como una fuerte presión que en muchos casos, los hijos no resisten y terminan quebrándose en profundas depresiones o suicidios. En el mejor de los casos, les impide experimentar por sí mismos, resultando en hijos muy dependientes, inseguros, pocos espontáneos, con una autoestima baja, muy vulnerables a la presión y con tendencia a la irritabilidad y reacciones violentas, y con incapacidad de decisión y acción. Incluso, se vuelven retadores o rebeldes sin causas, o sumisos y temerosos de todos y todo, reprimidos en sus sentimientos y emociones que no saben expresar adecuadamente, y vulnerables a las drogas y al alcohol, o actitudes delictivas.

Durante generaciones y en nuestras sociedades patriarcales y machistas, hemos educado a nuestros hijos, en su mayoría, de esta manera, porque las normas morales y sociales heredadas desde hace siglos, son tan rígidas y estrictas que damos por “normal” ser “los guardianes férreos del comportamiento de nuestros hijos” para que no sean de adultos… (y aquí ponen las etiquetas que quieran y que durante años nos han repetido nuestros padres: indecentes, sinvergüenzas, descarados, prostitutas, homosexuales, amorales… y solo menciono las más suaves), o lo que es peor, “para que los demás no piensen mal de nosotros”, porque en nuestras sociedades latinas, la imagen es muy importante para ser socialmente “aceptados” por los grupos de poder social o comunitario, donde algunos ejercen una moral hipócrita al estilo de: haz lo que digo, pero no lo que hago.
Según estudios e investigaciones sociológicas actuales, se estima que uno de cada tres jóvenes cree como correcto o acepta actitudes de control hacia su pareja o de su pareja, encontrándolo como un comportamiento adecuado. Acciones tan “sencillas” como controlar con quien se relaciona nuestra pareja, leer los mensajes que recibe en su celular o chequear las llamadas recibidas, prohibirle el uso de determinado estilo de ropa o pieza de ropa, impedir que trabaje, prohibirle relacionarse con su familia o amigos, o decirle que puede o no puede hacer, forman parte de la violencia de control. Un tipo de violencia asentada en nuestra sociedad y que se encuentra en todos los estratos sociales y culturales, sin distinción.
Mientras muchos, incluidos gobiernos, alzan su voz para educar y condenar la violencia y maltrato físico hacia las mujeres, la mayoría no acaba de advertir e identificar el peligro de la violencia de control, que en muchos casos es la antesala a la violencia de género y sus fatales consecuencias. No nos percatamos que la violencia de control que ejercemos como educación paterna y que enseñamos a nuestros hijos, es la base de un controlador o de un controlado, un maltratador o un maltratado, un victimario o una víctima.  Por tanto, si realmente queremos erradicar la violencia de género, el primer paso es la educación, constante, y el primer paso dentro de la educación, es evaluar críticamente qué tipo de padres somos y si detectamos que somos un padre autoritario o controlador, debemos comenzar por educarnos a nosotros mismos. Porque lo más preocupante es que aunque los medios de comunicación siempre describan la violencia de genero desde el lado (víctima) femenino, lo real en nuestra cotidianidad es que la violencia se produce en los dos sexos, y comienza aprendiéndose de nuestros padres autoritarios, que nos enseñan a ambos, varón o hembra, a controlar como un comportamiento correcto y aceptado.

A pesar que actualmente muchas sociedades, con el apoyo de la tecnología actual, permite el libre acceso de sus jóvenes a la cultura, la educación y la información, todavía ni las sociedades, ni los padres, ni los jóvenes, se dan cuenta, ni entienden, que el respeto, la libertad de decisión y acción es un derecho exclusivo de la persona, y empieza justamente, con una educación paterna democrática. Criar y educar un hijo no es una tarea fácil, y mucho más cuando los niños vienen sin manual de instrucciones generando que eduquemos primero, basados en la educación supuestamente correcta que adquirimos de nuestros padres, donde la mayoría de ellos no tenía un estilo de educación democrático. Ejercer una educación democrática es más difícil aun porque hablamos de ser padres con alto control pero flexibles, capaces de dialogar con sus hijos acorde a su edad, que exigen responsabilidades y compromiso a sus hijos acorde también a su edad y capacidad, mantener una excelente comunicación familiar, ser preocupados y ocupados en todo lo relacionado con los hijos, enseñarlos a ser independientes, espontáneos, capaces de decidir y accionar adecuadamente, con alta autoestima y autocontrol, y la vez, ser afectuosos en todo momento. O sea, ser un padre democrático es como ser un padre de película o novela, pero no por ser difícil es irreal o imposible. 


Yo tengo una hija adolescente y ahora mi batalla es enseñarla a identificar la violencia de control y no admitirla bajo ningún concepto, aun como le digo, este tipo de enseñanza actúe en mi contra como madre, cuando intente imponer fuertes normas que controlen el espíritu adolescente a merced de las hormonas inquietas que en esta etapa lo quieren experimentar todo. Pero aprendí en este largo camino como mujer que ha enfrentado exclusión de género de todo tipo: social, profesional, en las relaciones interpersonales… que mi libertad radica en mi poder de decisión. Yo decido quien soy, como soy y adónde voy. Yo decido como vestirme, que leer, con quien relacionarme, con quien tener sexo, que oficio o profesión aprender y ejercer, que hablar, que decidir… ¡YO DECIDO! Y cuando yo decido enseñar a mi hija a decidir sin que nadie controle sus decisiones y acciones, estoy educando a una mujer que nunca será una víctima y mucho menos, una victimaria. Estoy educando a una mujer a tumbar muros y barreras de siglos de censura, prohibiciones y mojigaterías sociales y morales. Estoy educando a una mujer libre, y por tanto democrática... digo yo.